por Alicia Saturna

La productora CTV encarga a Saturna el vestuario de la segunda temporada de El sabor de las margaritas, dirigida por Alex Sampayo, que tras su paso por Televisión de Galicia se lanza al mundo desde Netflix. Como siempre, la ilusión de un nuevo proyecto se dispara con la lectura de guion que abordo con mi socia y hermana Lola Dapena. Juntas vamos dibujando en nuestra cabeza cada uno de los personajes; necesitamos dar continuidad a los que llegaban de la anterior entrega e imaginar cada uno de los nuevos. Anotamos las novedades: los nuevos capítulos serán más urbanos, y la prostitución será de alto nivel. Elaboramos un dossier de estilos que de personalidad propia al estilismo de la serie, con la ventaja de un casting prácticamente cerrado. Si poner cara a un personaje es fundamental, en vestuario, además, necesitamos ponerle cuerpo. Presentamos las propuestas a producción y dirección, en uno de esos encuentros que son tan importantes para definir a los personajes; a partir de esas directrices ya nos acercamos con mayor exactitud a cada uno de los perfiles.

Cuando llega el momento de localización del vestuario, decidimos recurrir, como en otras ocasiones, a Peris Costumes, en Madrid. En su nave de “Actual” ―en la que habitan las últimas décadas―, seleccionamos la mayoría de las prendas que aparecerán en pantalla, componiendo un armario para cada personaje. Durante unos días, el horizonte es textil, es un  laberinto amigo, nos hemos acostumbrado a recorrer sus inmensas calles de ropa, escalando armarios sin puerta, concentradas y hablando solas. Sube, baja, descuelga, gira, cuelga, elige, descarta.

Se agradece trabajar en un cómodo box donde podemos desplegar nuestro material, organizar las selecciones para cada actor e ir avanzando a la vez con los desgloses. El tiempo de preparación es apretado y debemos estirar las horas al máximo, son días en los que el teléfono no para de sonar, surgen cambios e imprevistos y hay que tomar decisiones rápidas, anticipándonos a los problemas. Conversaciones de socias, con mucho acelere, pero con mucha complicidad. Y a ratos, entre los pasillos ―ya os digo― me escucho hablando con esta camiseta y aquel vestido; a estas alturas ya sabemos que las prendas hablan y nos cuentan mil historias; puede que no estuviera hablando sola. Y el personal de Peris ―siempre atento y disponible para cualquier duda o necesidad― nos acompaña durante todo el proceso. ¿Os falta algo, chicas? ¿Necesitáis que os bajen al centro? El último día, con todo seleccionado, damos un repaso final a la uniformidad de los policías ―que no escape ningún detalle―, hacemos recuento del material y dejamos todo listo para que puedan enviarlo a la productora. ¡Amigos de Peris!, es hora de volver a Galicia y unirnos al resto del equipo.

Tras los pasos de Dante, Carroll y Kubrick
Una vez realizadas las necesarias pruebas con los actores, después de los ajustes y arreglos, completamos el guardarropa general con otros proveedores entre los que destacan El Almacén Erótico de A Coruña y Chimpos en Santiago de Compostela. A la vez, buscamos prendas y complementos entre las cesiones de empresas textiles que nos prestan su colaboración. Y aprovecho una escapada en los días de navidad para que dos maschere viajen en mi maleta desde Ca´Macana Atelier en Venezia hasta el plató de CTV; no íbamos a ser menos que Kubrick.

La Divina Comedia y Alicia en el país de las Maravillas coquetean con los guiones: la indumentaria de estos episodios debe estar dispuesta a la intriga, al misterio y a la fantasía. Ha pasado tiempo desde la primera temporada de El sabor de las margaritas: la protagonista, Eva Mayo, necesita un atuendo nuevo, que arrope su compleja personalidad. La que fue guardia civil, ahora se mueve al margen de la ley; y aunque es alta y rubia, no debe llamar la atención. La exagente, recién salida de prisión, pide un look neutro que imprima carácter y se convierta en su nuevo uniforme. Para esa mujer que nunca descansa decidimos unas botas de inspiración militar que acompañen su paso firme. La capucha es otro elemento de ayuda a la trama, una madriguera de tela; el escondite casi perfecto es su abrigo. Como en el cuento de Lewis Carroll “sabía quién era esta mañana, pero he cambiado varias veces desde entonces”. La Eva valiente atraviesa el espejo y convierte vestidos y tacones en improvisados uniformes de trabajo; lady Venganza llega a cada situación perfectamente ataviada. Su estilizada silueta no precisa más adorno que una cadenita con medalla de santa Margarita, recuerdo permanente de su hermana, de su venganza y de su propia nomuerte. Eva en el país de las nomaravillas. Nuestra justiciera abusa del negro-luto pero lo irá alternando con blanco e incluso rojo cuando necesite sofisticación. Negro/blanco/rojo marcan el colorido de la serie.

En esta segunda entrega de la serie, hay diferentes apuntes cromáticos que hemos anotado: el entorno de la comisaría debe ser más frío que el resto; el inspector Salgado ―de aspecto formal― se mueve entre los grises, ocres y azules; y su ayudante Miranda ―que es más joven y desenfadado a la hora de vestirse― utiliza el verde, gris, piedra y arena.

La argentina Laura es una periodista discreta, prendas más claras, tonos cálidos, cuadros y estampados sencillos. De nuevo la ropa como escondite; Eva y Laura, diferencias y coincidencias, el puzle se complica para el espectador. Maltilla, un personaje que transita discreto e intrigante por los márgenes de la historia, insistirá en su maniática pulcritud con variedad de inocentes camisas de oficina, que en realidad parecen siempre la misma.

Al otro lado del espejo es siempre noche: las fiestas, los ropajes de la prostitución, las escorts, la estética BDSM, lo prohibido. Privadas de libertad, las adolescentes secuestradas se cubren con un miserable uniforme: camisetas blancas rotuladas con su nombre en rojo sangre. Un cambio de vestuario las convertirá en conejitas de negro, sin rostro, privadas de identidad.

En un pequeño guiño al éxito de la serie en China, la joven Huichi se apropia de un look oriental, que abandona cuando es liberada, para vestirse de acuerdo a su edad. Fidel es ese dandy decrépito que se cree elegante pero resulta repulsivo. La noche es oscura, los matones también; son negras las camisas de Karpov, el cuero y los arneses. La dark web, las red rooms, los artilugios metálicos y el blanco inmaculado en los vestidos de las inocentes niñas nos hielan la sangre y aumentan la atmósfera decadente y sórdida del descenso a los infiernos.

El misterioso y siniestro Lirio es blanco, como la bata de la psiquiatra, y blanca se aparece Margarita muerta a su hermana, paseándose por el lado oscuro. Con jersey de cuello alto blanco se despide Eva, desde París. En este thriller ―denominado Galician Noir― nada es lo que parece, el negro se vuelve blanco, el blanco se vuelve negro.